sábado, 3 de junio de 2017

DIOS, EL CHISME, Y EL DAÑO QUE PRODUCE EN LA HUMANIDAD Y EN LA IGLESIA







Por tus palabras serás declarado justo, y por lo que digas vendrá tu condenación”. (Mateo 12:36-37)


Durante mucho tiempo he pensado en las cosas dolorosas de la vida y una de ellas es  ser el blanco de comentarios mal intencionado y cual maligna suele ser la lengua libertina y cuantos sufrimientos y lagrimas nos ha causado.  Cuantas familias enteras han sido divididas, cuantos feligreses se han apartado de la iglesia, cuanta desconfianza se ha sembrado por la difamación, rompiendo todo lazo de amor. Sin lugar a dudas, todos hemos experimentado el uso devastador de la calumnia y qué razón tenía Mark Twain al  escribir Son necesarios tu enemigo y tu amigo, trabajando juntos, para hacerte daño: aquel que te calumnia y el otro que te lleve las noticias”.

Mucha tristeza causa ver como en todas partes las personas son manipuladas, creyendo muchas veces todo lo malo que dice una persona al servicio  o no de la iglesia y son varios los que creen lo más malo de los demás sin analizar  la fuente ni las razones de los comentarios, dañando gravemente el honor, la reputación y la dignidad del prójimo y esto es un pecado de juicio y de oído.

Cuando uno es difamado, está siendo tentado a identificar al mentiroso para darle su merecido, para pararle el carro, pero debemos ser buenos cristianos y orar por los que nos hacen daño y tener una buena conciencia demostrando con obras y dando un buen testimonio para que los malhechores que nos difaman, sean avergonzados por nuestra buena conducta en Cristo como nos enseña Primera Pedro 3, 16. Lucas 6, 28 "Bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.”.

2509 Una falta cometida contra la verdad exige reparación
Papa Francisco Dónde hay calumnia, está el mismo Satanás”. La calumnia busca destruir la obra de Dios y nace del odio.

San Juan Bosco Obrar bien y dejar a la gente que hable”.



Las plumas regadas
Una mujer fue a confesarse con San Felipe Neri acusándose de haber hablado mal de algunas personas. El santo la absolvió, y le puso como penitencia que tomara una gallina y volviera donde él desplumándola poco a poco a lo largo del camino. Cuando estuvo de nuevo ante él, le dijo: "Ahora vuelve a casa y recoge una por una las plumas que has dejado caer cuando venías hacia aquí". La mujer le mostró la imposibilidad: el viento las había dispersado. Ahí es donde quería llegar San Felipe. "Ya ves -le dijo- que es imposible recoger las plumas una vez que se las ha llevado el viento, igual que es imposible retirar murmuraciones y calumnias una vez que han salido de la boca".



1.     Eclesiastés 7,21-22 “Tampoco prestes atención a todo lo que se dice, no sea que escuches a tu servidor que te maldice. Porque, además, tú sabes muy bien cuántas veces has maldecido a otros”.
2.     Salmo 15,1-3  “Yahveh, ¿quién morará en tu tienda?, ¿quién habitará en tu santo monte? El que anda sin tacha y obra la justicia, que dice la verdad de corazón, y no calumnia con su lengua...”
3.     Santiago 4-11 “Hermanos, no hablen mal los unos de los otros. El que habla en contra de un hermano o lo condena, habla en contra de la Ley y la condena. Ahora bien, si tú condenas la Ley, no eres cumplidor de la Ley, sino juez de la misma”.
4.     Murmurar sobre las faltas reales o percibidas de otras personas es otra cara de este problema: aquellos que murmuran desparramando sus quejas en voz baja que es lo suficientemente alta para que lo escuchen quienes les rodean. En su Santa Regla, San Benito advierte varias veces contra la murmuración (cf. capítulos 4, 5, 23, 34, 35, 40).
5.     Proverbios 12:13 Cuántos sufrimientos y cuántas lágrimas nos han causado la difamación o male­dicencia! Es uno de los medios más poderosos que utiliza el enemigo de nuestras almas para quebrantar el corazón, para hacer división en­tre los hijos de Dios, para arruinar, incluso, casas enteras y asambleas florecientes. Y ¡cuán fácil es para algunos creyentes caer en esta tram­pa.
6.     Efesios 4:30 “Arranquen de raíz entre ustedes: los disgustos, los arrebatos, el enojo, los gritos, las ofensas y toda clase de maldad. Por el contrario, muéstrense buenos y comprensivos unos con otros, perdonándose mutuamente, como Dios los perdonó en Cristo”. (Efesios 4:30)


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